Hasta el 15 de septiembre de 1999, la cara de Amancio Ortega era todo un enigma. Durante años, el dueño de Zara, disfrutó del anonimato, y era de su agrado; como él decía, podía pasear tranquilamente con su mujer por la playa, o salir a dar un paseo sin que le reconocieran.
Llegado ese día el, por aquel entonces, director de comunicación, se acercó a Amancio y le dijo que se encontraba realizando unas memorias de la empresa, pero que en todas ellas solía aparecer una carta y fotografía del presidente.
La trama discurrió así:
- ¿Cuánto nos llevará? -preguntó Amancio.
- Unos quince minutos.
- Pues me la hago.
Y de esa manera se enfundó una americana, sin corbata y se presentó en sociedad con sesenta y tres años, a todos aquellos que no le conocían y a los que le conocían sin reconocerle.
A partir de ese momento Amancio Ortega deja el anonimato.
Saludos.
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